Si ustedes se imaginan la Boda de una Wedding Planner como lo más pomposa, llena de flores, mobiliario innovador y todo lo que este en tendencia tal vez tengan razón pero aquí mi Historia…
Todo comenzó cuando trabajaba en cruceros alrededor del mundo. Un brasileño guapo se acercó con sus pasos de baile irresistibles y la química fue instantánea. ¡Pero ganarse mi corazón? Eso le costó un poco más.
Con el tiempo, nos enamoramos profundamente, hasta que la naviera nos asignó a barcos diferentes: yo al Caribe, él al Báltico. Estábamos seguros de querer estar juntos, pero igualmente seguros de que el amor a distancia no era lo nuestro. Tras un mes intentando transferencias sin éxito, hicimos lo impensable: renunciamos.
Él aceptó encantado mudarse a México —¡a Playa del Carmen, por tacos y tequila! La vida fue mágica viajando por México y hasta a Cuba. Pero tras un año juntos, llegó la realidad: como extranjero, tendría que dejar el país.
Una noche de miércoles cenando tacos (¡claro!), le propuse matrimonio —por amor y también por papeles. Lo que siguió fue pura magia: mis compañeras se convirtieron en hadas madrinas consiguiendo maquillaje profesional, un vestido precioso, fotógrafo y hasta decoración de última hora con mis amigas wedding planners.
Aunque inicialmente planeábamos algo simple en el registro civil, mi corazón de planner exigió algo especial. Nos dimos el "sí, quiero" junto a nuestra piscina con 12 amigos cercanos (nuestras familias por videollamada), rodeados de pizza, cerveza y un amor inmenso. Fue imperfectamente perfecto —como nuestra historia.
¿La lección?
El amor verdadero no son bodas lujosas, sino decisiones valientes, propuestas entre tacos y comunidades que se vuelven familia. Hoy ayudamos a parejas a crear celebraciones tan auténticas como la nuestra.















